Matar el tiempo

Ver la hora a cada rato
mientras miras una serie
deseando que acabe pronto.

Sentarte frente a la computadora
para intentar escribir un poema
sólo porque no tienes otra cosa que hacer.

Buscar algo para comer
en horas de la madrugada,
por la ansiedad de no poder dormir.

Crear mundos de fantasía,
como vanos intentos
de esquivar la realidad.

Realizar nimios actos solidarios,
no tanto por vocación de servicio
como por necesidad de salvar el día.

Mi dulce enamorada

Oh, Locura, mi dulce enamorada,
sé que me estás buscando.
Anhelo tu tierno abrazo
y tu fragancia que envidian los jazmines.

Ya probé la miel de tu boca,
pero la Razón me ha reclamado
y demandó mi presencia
en su inquietante páramo.

Nunca me olvides, te lo ruego;
nunca dejes de buscarme;
no permitas que la Razón
me retenga en su guarida para siempre.

Instinto de supervivencia

En el desagüe vertical
taponado por la tormenta,
la rata lucha por mantenerse a flote.

Metro y medio de profundidad
hasta la alcantarilla de la salvación;
mas no lo sabe.

El escape hacia arriba es imposible,
pero no se resigna;
desesperadamente nada
y espera un milagro.

Ya se le acaban las fuerzas;
el corazón parece saltarle del pecho.

Ya no resiste más y se hunde;
pero con su último aliento
nada hacia la incierta
y oscura profundidad,
logra llegar al patio
y muere bajo el tibio sol
al lado de la alcantarilla.

Ojo de la cerradura

Hace muchos años fui a una exhibición de artes plásticas cuyas obras fueron realizadas por jóvenes con Síndrome de Down.
Me llamó especialmente la atención una pintura que consistía en una puerta vista de perfil; a un lado, un rostro, también de perfil, mirando con asombro a través del ojo de la cerradura; y del otro lado, un collage fascinante, mágico, de objetos y símbolos que representaban de manera genial el universo interno del autor.
Después de muchos años, el recuerdo de aquella pintura me inspira este humilde poema:

El diminuto
ojo de la cerradura
es puente y al mismo tiempo abismo
entre la mirada y el universo
.

A Ludmila

Nació…
y vivió como una efímera flor
en el jardín de la inconsciencia.

No supo lo que era el amor…
pero sonreía, porque era amada.

Y murió…
murió como nació, sin comprender nada,
y tuvo quien la llore
y quien le escriba un poema.


Su te ha gustado, te invito a leer
una breve prosa poética dedicada a Ayelén.
Son textos que tienen la misma base de inspiración:
https://poesa3.wordpress.com/2023/10/08/la-bati-nina/